Cómo es el modelo K para inaugurar una fábrica

El lanzamiento de un nuevo emprendimiento ha sido siempre motivo de un gran orgullo para los hombres de negocio, inmejorable oportunidad para obtener reconocimiento público y codearse con los más altos funcionarios. Según la envergadura del emprendimiento que se trate y las ligazones con el poder, la movida despertará la atención de funcionarios municipales, provinciales y hasta nacionales.

En una inaguración tradicional el centro estaba puesto en el corazón de la fábrica. Se armaba un escenario con atril para los que daban sus discursos, y presencia plena de los trabajadores, mientras que un locutor que llevaba la voz cantante, y nunca faltaba el tradicional video conmemorativo.
Ahora en los tiempos moderno, todo cambió. La inauguración moderna de una planta pasó a ser un bloque de una producción televisiva, que se coordina desde la gran metrópoli. Es la moda que se impuso durante la presidencia de Cristina de Kirchner, impulsada a través de las tecnologías de la comunicación. 

La modalidad tiene un punto a favor, asegura la “presencia” de Cristina en varios lugares a la vez, aunque el valor de la inauguración se devalúa. El escenario y el atril sólo quedarán reservado para el acto central, a distancia, que tiene la presencia física de Cristina, y el resto se convierte en un móvil del programa. 

La inauguración de Liliana de Granadero Baigorria, realizada la semana pasada, constituyó un ejemplo fiel.  Directivos de la empresa, funcionarios nacionales, provinciales, municipales, diputados nacionales y algún trabajador de la empresa, se suben a una tarima todos en fila, y participan del programa que se emite desde Buenos Aires. 

A la Presidenta la acompaña una locutora oficial, pero es ella misma la que conduce. Cristina inauguró la semana pasada una fábrica de motos en provincia de Buenos Aires, pero estuvo por teleconferencia en tres lugares más, entre ellos Granadero Baigorria. En todos los casos se dialoga con ella, y en todos los casos hablan un referente político local, el dueño de la empresa y un trabajador.

Como el acto es uno sólo, los protagonistas locales tienen su cuota de protagonismo por 10 minutos, y luego comparten el silencio el resto de las inauguración y el discurso de Cristina, que se siguen sin moverse del escenario. Sólo habrá un segundo más de atención al final, para la despedida. Ni siquiera el video inaugural se transmite desde la fábrica, todo va por cadena. El formato ni siquiera requiere de un locutor local. Los titulares de la empresa se excusarán de hablar con los medios porque están nerviosos a la espera de la cadena, y la conferfencia de prensa brilla entonces por su ausencia. Los medios convocados para mirar lo que sale por pantalla gigante.

Alrededor del escenario se dispondrán un centenar de sillas, y más allá de los asientos se dispondrán las barras en un circunvalar. No hay disputas en cuanto al número de manifestantes ni en cuanto a quién canta más fuerte. En el acto del jueves pasado, la popular estaba dividida en cuartos, a razón de unas 80/100 participantes para cada uno. El espacio se repartía entre simpatizantes de La Cámpora, la UOM, trabajadores de la empresa y acólitos del hombre fuerte de la zona, el secretario de Transporte de la Nación, Alejandro Ramos. Todos en armoniosa convivencia.