A qué se enfrentan los nuevos gobiernos de Brasil y Uruguay

La ajustada victoria de Dilma Rousseff en segunda vuelta en Brasil y el hecho de que también en Uruguay la elección se definirá en ballotage (aunque se presume una victoria del oficialismo de la mano de Tabaré Vázquez), dan cuenta de un electorado que ha expresado un amplio nivel de divergencia. Esto pareciera indicar que si bien la sociedad latinoamericana ha optado por conservar lo “ganado” en la última década -en especial en materia de inclusión social-, al mismo tiempo reclama con creciente fuerza la necesidad de que se lleven a cabo ciertos cambios.

Así, el electorado de Brasil y Uruguay se inclinó nuevamente hacia el oficialismo, pero el voto no pareciera ser “incondicional”. Uno de los principales reclamos que se le hacen a la presidente Dilma Rousseff es por una mayor transparencia. De hecho, gran parte de la campaña opositora se centró en la corrupción. A su vez, los resultados legislativos en ambos países apuntan a que las decisiones de gobierno deberán valerse de alianzas y consensos. Si bien un Poder Legislativo dividido podría interpretarse como un golpe a la gobernabilidad del Ejecutivo, la generación de consensos a través del Congreso fortalece la democracia y le otorga sustentabilidad a las políticas de Estado.

Mientras tanto, la necesidad de cambios también posee claros fundamentos en materia económica. Gran parte de los países de la región ha mostrado un deterioro de sus fundamentals macro en los pasados años. Aunque con diferencias, muchas economías vuelven a tener dificultades para expandirse (o han sufrido una importante desaceleración en su ritmo de crecimiento), y a la vez para contener la inflación, en un contexto de déficit fiscal y de cuenta corriente crecientes.

En parte, esto puede asociarse a un escenario externo que ya no es tan favorable como en el pasado. Pero también, a que una buena parte de los países de la región no ha llevado a cabo las reformas estructurales necesarias durante la última década, que permitieran dar sustento a su proceso de expansión. En particular, una cuenta pendiente es la existencia de importantes atrasos en materia de infraestructura, donde sobresalen Brasil y Argentina, especialmente en materia energética y vial.

Otro aspecto clave a destacar es que estas elecciones parecen despejar la pista para un avance más acelerado en materia de integración regional. En el pacífico se está consolidando el acercamiento de los países en el marco de la Alianza del Pacífico, y lo mismo intenta hacer Venezuela a través de la iniciativa del Alba. Brasil, Uruguay y Paraguay tienen intenciones de acercarse a la Alianza del Pacífico, aunque sin descuidar el Alba y todos los países de la región saben que si no incluyen a Brasil la integración pierde gran parte del atractivo. En definitiva, se está consolidando a nivel de toda la región el interés por una integración más profunda, que exceda al mero intercambio comercial y que avance en temas de inversiones, infraestructura, interconexión energética, normativa, entre otros temas fundamentales, que posicione a Latinoamérica como una región integrada y con un rápido acceso a los países asiáticos.

En este contexto, Argentina cuenta con desventaja, dado que el año próximo continuará enfocada en administrar los desequilibrios internos, como la restricción de divisas y el déficit fiscal. Con esto, nuestro país seguirá postergando la oportunidad de discutir temas estructurales fundamentales, que ya se encuentran en la agenda de prioridades a nivel regional.