El hostel, del fenómeno novedoso a la disputa por la permanencia

A comienzos de los 2000 cuando en Rosario se corrió el velo del turismo empezaron a florecer negocios vinculados directamente a la nueva característica que empezaba a adquirir la ciudad. En lo que respecta a hotelería, de a poco capitales nacionales e internacionales pusieron el ojo y aparecieron las primeras inversiones de peso. Pero también surgió una tipología más vinculada a viajeros jóvenes y trotamundos: los hostels.

Con estructuras de costos muy por debajo de los alojamientos tradicionales y con la novedad de las habitaciones compartidas, los hostels asomaron primero tímidamente casi de la mano del Congreso de la Lengua en 2004 y enseguida despegaron. De 2006 en adelante, viejos edificios en el microcentro de la ciudad, casonas desocupadas hacía muchos años, e incluso algunos señoriales inmuebles en barrios como Alberdi y Fisherton, se fueron transformando en hospedajes de este estilo.

Detrás de estos negocios no estaba el empresario tradicional sino emprendedores que, en general, conocían el funcionamiento que este tipo de alojamiento tenía en diferentes ciudades del mundo y eran incentivados también por la “fantasía del placer que hay atrás del negocio de la hospitalidad”, tal como lo describe el consultor Ariel Secondo (Mec).

Casi como un efecto cancha de paddle o minimarket, en pocos años llegó a haber cerca de 60 establecimientos de este tipo. Pero, el propio transcurrir del negocio y una regulación municipal que llegó a fines de 2012, barrieron el mercado. Hoy son 36 los hostels habilitados según los datos del Ente Turístico Rosario (Etur) y entre todos suman unas 750 plazas, casi un 10% del total que hay en la ciudad.

Aunque la experiencia no funcionó para todos por igual, los que lograron mantenerse en el tiempo lograron hacerlo a base de algunas características similares: un buen servicio, estructura de costos liviana, presencia en redes internacionales, y un toque distintivo que puede venir por el lado de la cultura, el arte, cierta ambientación/decoración, o simplemente la “onda” de sus empleados.